“El verdadero corazón de Berlín
está en un bosquecillo negro y húmedo – el Tiergarten-. En estos
meses del año el frío expulsa de sus diminutos y desamparados
pueblos a los mozos campesinos y los empuja hacia la ciudad, en busca
de comida y trabajo. Y la ciudad, que invitadoramente centellea al
fondo de la noche, sobre la llanura, es fría y cruel y está muerta.
Su llamada es una ilusión, un espejismo en el desierto invernizo. No
acoge a estos mozos. No tiene nada que darles. El frío les hace huir
de sus calles y refugiarse en el bosquecillo, que es su corazón
cruel. Allí se acurrucan sobre los bancos, a helarse y morir de
hambre, mientras sueñan con la lumbre lejana de su casa en el
pueblo.”
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