“Al terminar la guerra, el padre de
Tengo regresó a Manchuria con los bolsillos vacíos. Había nacido
el tercero en una familia de campesinos de Tōhoku
y había cruzado el mar para ir a Manchuria con algunos de sus
compañeros del pueblo, alistados en el Cuerpo de Exploración de la
Región de Manchuria y de Mongolia interior. No era porque se
hubieran tragado la propaganda del Gobierno, según la cual si iban a
Manchuria, una especie de Arcadia de amplias y fértiles tierras,
podrían llevar una vida de opulencia. Sabían bien desde el
principio que las Arcadias no existían. Simplemente eran pobres y se
morían de hambre. Si se quedaban en el campo, no podrían hacer otra
cosa más que intentar sobrevivir a la muerte por inanición, y la
terrible recesión que sacudía aquellos tiempos había dejado una
plaga de parados. Trasladándose a la ciudad no habría esperanza de
encontrar un empleo decente. En semejante situación, la única forma
de sobrevivir era irse a Manchuria. Recibió formación básica para
trabajar de campesino de explotación, con derecho a fusil en caso de
necesidad; le dieron unas nociones sobre la situación de la
agricultura en Manchuria, en el pueblo lo despidieron con vivas y fue
llevado en tren de vapor desde Dalian hasta cerca de la frontera de
Manchuria y Mongolia interior. Allí le asignaron tierras, aperos de
labranza y un fusil, y se dedicó a la agricultura junto con sus
compañeros. Eran tierras yermas, llenas de guijarros, y en invierno
todo se congelaba. Como tenían qué llevarse a ala boca, hasta se
comían perros vagabundos.”
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