John había encendido la luz de su apartamento, parecía que le hubiera pasado un tren por lo alto. Mordió una galletita con un esmero algo maniático, sonó el teléfono y aplastó la galletita con todas sus fuerzas, sorbió la cerveza un instante.
En la ventana del apartamento de John, que daba a la plaza Trinidad, había un gato que no paraba de maullar, se acercó a él y antes de echarse a llorar comenzó a pasar su mano sobre el pelaje cobrizo.
El gato continuó maullando.
me alegro de que te hayas animado a hacer un blog!!
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